La vida nos hace periódicamente regalos. No siempre los
vemos, pero están ahí. A veces los advertimos, pero se quedan indefectiblemente
atrás, como si no hubieran sido importantes, aunque sí lo fueron. No olvidemos
que el factor suerte juega fuertemente, y la visión y el aprovechamiento que
hagamos de las ocasiones son de igual manera esenciales para los derroteros que
se vayan sucediendo.
Los dones preciados, tras contemplarlos, en cuanto los
concebimos, debemos mimarlos, como el propio discurrir, que es irrepetible,
único, valioso, un auténtico tesoro. En ese marco de presentes hermosos,
excepcionales, se hallan los sentimientos bien llevados, los que albergan
magníficas intenciones.
Por eso, cuando alguien te recuerda que has de soñar,
debes hacerlo, como cuando niño, como si la historia empezara ahora, sin
lastres, sin edades, sin obstáculos, salvo el respeto a las personas y a las
reglas del ecosistema. Si, además, te pide que seas libre, en esa elucubración
te da la solicitud perfecta. No hay posesión más preciada que la independencia
para procurarnos la felicidad.
Así que hoy, otra vez, intentaré hacer caso a este
renovado brindis de la existencia. En la naturaleza de las cosas que importan,
también os digo que ésta puede ser la jornada emblemática desde la que hemos de
permitir partir a esa nave de la dicha que todos llevamos dentro, eso sí, con
el afán del talento, y entre esos sueños que, a poco que los abonemos, serán
una realidad.
Por el futuro
Meditemos, además, que las concentraciones excesivas de
poder y de dinero suponen distancias, dolor y desequilibrios que nunca se
justifican ni explican cuando en juego está la jovialidad del Planeta.
La cultura en general tiene un compromiso con toda la
Humanidad en la defensa de sus derechos y de los universales que garantizan la
paz, la igualdad y el tacto.
Por ende, cuando veamos situaciones estériles o malignas,
aunque sea con y desde la debida prudencia, no guardemos silencio, que en
esa omisión nos va el futuro antes o después.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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