viernes, 9 de septiembre de 2016

El destino



Quieres predecir el destino,
y quizá jugar un poco a ser dios.
Hace tiempo que sé
que los entretenimientos están reñidos
con las cimas en las que otros deciden,
sean entidades todopoderosas o creencias inútiles.

Quieres contarme lo que soy,
lo que debo y lo que no,
y, mira, puede que tengas razón,
pero hace tiempo que decidí
equivocarme por mí mismo,
eso sí, sin hacer daño a nadie,
o intentándolo, no hacer, digo, me digo,
 lo cual a veces consigo.

Quieres relatar lo que conviene o no,
y sueñas con que elucubre tus pensamientos.
La unidad de acción está bien
cuando pretendemos el desarrollo común.
Cuando se trata de ser personas
cada cual ha de tener su estela en la mar.

No lo olvides
cuando traces, o intentes, diseñar una meta,
y, fundamentalmente, recuerda esto mucho más,
tenlo en cuenta,
si el porvenir que dibujas es el mío.
No lo consentiré.

Creo en la libertad desde la independencia
de criterios y situaciones,
desde la hermosura de sentirse uno autónomo
para refrescar su presente en busca
de un mañana que mejore el pasado.

Todo se ha de realizar con paciencia,
en armonía y con firmeza y buenas intenciones.
En esto sí creo,
y por ahí irán los derroteros,
separados o no, de una universalidad suprema
que buscará en lo individual
la salubridad de cada poro de lo humano.
Sin la realidad de la independencia amistosa
no somos nada ni nadie.

Quien nos quiera vender
aquello de que nos controla para nuestro bien
desaprueba que lo mejor es enseñar a pescar,
aunque nos lleve más tiempo,
pese a los fracasos y vaivenes, y pérdidas de energías,
por encima de regalar un pescado,
que, en el balance de los años, sabe a podrido.

No me digas, por ende, quién soy,
y sí dime lo que pretendes de ti y de mí,
sin rodeos, sin hipocresías,
sin medias verdades, las peores mentiras.

No busques sumisión ni domines.
El destino de cada cual será, ha de ser,
y en ello hemos de estar.
¡Libertad!

Juan Tomás Frutos.

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